viernes, 22 de julio de 2011

Comida, comida y más comida.

Taiyaki (dulce con forma de pez) con mugicha (tipo de té)

Bueno, este va a ser una entrada completamente dedicado a la comida que he probado.

Pero antes de nada, por una vez no voy a empezar diciendo que no tengo tiempo porque uso el ordenador de María (Aichense) mientras ella está en el ofuro y en cuanto salga se lo voy a devolver (aunque sea el caso), sino que hoy es un día que merece un inicio especial.

Hoy es el cumple de María Morita (Hispaniense), a la que la podemos llamar tanto Mora como Mourad, y cuando se nos achica, Morita. Eso sí, la pobre tiene una cara de caucásica blanquinievense que un poco más y le prohibimos morder manzanas, no se nos vaya a envenenar.

Que sepa que aquí se la quiere, y que cada dulce que he comido hoy, que no han sido pocos (¡Y qué buenos!) los he saboreado en su honor. ¿Sientes la ponzoña en cada letra? El proximo me lo cumples a mi vera ¿Capisci?

Vale. Dejémosnos de ñoñerías. Que aquí las justas. Y ya si eso, en la intimidad, nos damos dos abracitos y algún que otro recuerdo de las vacaciones.

Tambien aviso de que no puedo responder comentario. No sólo por falta de tiempo, sino que por algún motivo el blog no reconoce mi cuenta cuando voy a escribir. Si el problema persiste unos días, terminarán teniendo respuestas mías firmadas anonimamente, pero seré yo. De todas formas, responderé a todos.

A lo que iba. Comida.

Mi bebida era un coctel de melocotón.
Hoy he cenado en un Kanayama. Kanayama es una estación y una zona de por aquí. Como dato idiomático diré que se escribe con los kanjis (ideogramas) de dinero y montaña. El primero se pronuncia Kane, y el segundo Yama, pero si lo lees como Kaneyama, no te entienden. Ahora sí, cuando hablas con alguien mayor, en vez de decirte Eki (estación) te podrán decir Echi, que suena como un término relativamente nuevo para referirse a todo lo subido de tono, picante, verde. Así que mientras preguntaba por indicaciones, entre mis Kaneyamas y sus Echi-in (Empleados ¿verdes?) nos entendimos poco y mal, pero al final venció la buena voluntad de las mujeres mayores, que practicamente me lanzaron con un brío increíble al tren correcto, el cual estaba a punto de salir.
Gracias, señoras.
Comí con mi amiga, María Aichiense, y con dos compañeras suyas que también habían estado en España. Como ven, en esta foto ambas están con el postre. El de tres de nosotras era un "pudin", que viene a ser flan, pero estaba hecho de forma casera, en el propio izakaya, y encima había nata montada. Pero nata montada de verdad. Nada de esa espuma insípida que se expulsa a presión en botes fríos. No no no. Y además con su hojita de hiervahuerto y su espolvoreado de canela. Riquísimo.
La chica que estaba frente a mi se pidió una especialidad del local, que era pan sin miga y sustituida por helado y canela. Parece ser que estaba bueno.

Esta es la cena típica que se suele tomar en la casa. Hay té para beber, un plato principal, que en este caso consiste en hamburguesa rellena de queso fundido con salsa de tomate por encima y sobre un lecho de col rallada. Luego un bol de arroz, y diversos platitos para compartir. En este caso había ensalada de papas, sashimi, y un par de platos más que aún no estaban puestos sobre la mesa. Es que me daba vergüenza fotografiar, porque la abuela y María, ahí presentes, se reían mucho de que andara rondando el salón con la cámara, a la espera de que todo estuviera a punto para la foto. (No sé si es porque piensan que soy torpe, pero no me dejan ayudar más que para poner los vasos y los palillos, y porque yo descubrí donde guardaban ambos, que sino...)
Esto es tan sólo un plano más cercano de mi hamburguesa de queso, mi arroz, mi cuenquito de wasabi y salsa de shoja para el sashimi, y mi té. ¿A que la hamburguesa parece un corazón sangrante? Pues estaba delicioso. Y sólo como detalle aparte, dos días antes había salido en la televisión, en un programa de comida, ese tipo de hamburguesa que nadie conocía en la casa. Al poco ya lo teníamos en la nevera.

 Aquí un plato que la madre de María cocinó especialmente para mí. La verdura en cuestión se llama goya, y es terriblemente amarga. Tanto es así que lo que se come es la parte exterior (la piel), porque la carne es horrible (según me explicaron ellos, con muchas caras raras), y luego se deja en remojo para que pierda amargura. De todas formas, en cuanto lo probó, puso una expresión que me hizo plantearme seriamente si de verdad me interesaba probarlo todo en Japón, pero finalmente me arriesgué. ¡Amarga! Espantosamente amarga. Pero ¿Saben qué? Después de un par de intentos, resulta que se hace adictiva. Es un poco como la tónica. Y ya se sabe cómo me gusta la tónica.

Esta es una foto más cercana de el pudin y el pan de helado que comimos hoy.

La verdad es que no le saco foto a todo lo que como. Muchas veces porque no me doy cuenta. Pero prometo que estoy siguiendo una dieta típicamente japonesa, y apenas he caído en el pecado de incurrir en los placeres de la mesa hispana. Bueno, exceptuando cuando cociné paella (con arroz nipón, por lo que no sé si llamarla de esa forma) y tortilla de papas, que estaba más aceptable.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

que buena pinta tiene todo. ¿sabes Irene? siempre he creido que tienes mucha labia para ser escritora o periodista..o revindicalista.

Tomomi dijo...

Miguelón, me hace muchísima gracia que justo hagas un comentario como ese en una entrada en la que sólo hablo de comida. No estarás intentando liarme para algo ¿verdad?
Reivindicalista, dices... Sí, vamos. Voy a reivindicar los derechos de la comida sin frontera. Ya estoy cansada de comprar productos japoneses a precio de oro.
:P
A ver cuando nos vemos, que seguro que tienes muchas cosas que contarme.

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