jueves, 14 de julio de 2011

Kyoto y clases de apoyo para niños hispanoparlantes.

Deseos colgados en el templo Kyomizu, en Kyoto.
Ayer, como dije, quedé con un amigo japonés. Él habla español bastante bien, y por eso no practiqué apenas el idioma, mas que cuando otra persona se dirigía a mi, o cuando escuchaba lo que hablaba con otros. Fue un día muy pasivo y muy español.

De entrada, quedamos en la estación cercana a la casa de la amiga donde me quedo. Habíamos acordado vernos temprano para poder aprovechar todo el día, aunque yo no tenía en mente ir a ninguna parte. Así que cuando apareció con el coche y me subí, no presté atención a nada por un rato, sólo pensando en responder a su pregunta de qué quería ver.

Luego me di cuenta de que por los altavoces estaba sonando Amaral.

Por primera vez desde que había llegado a Japón estaba rodeada de mi idioma, sin siquiera un sonido asiático. No estaba segura de si me gustaba o no. La sorpresa fue agradable de por sí, pero al mismo tiempo me sentía culpable porque mi intención de estudiar japonés se va al garete siempre que estoy con amigos. Aún cuando ellos dicen; “¿Ahora hablamos en japonés?” yo les respondo que es imposible, y para no sentirme tan mal de vez en cuando practico una frasesita o dos. Ya está.

Él decidió el destino: Kyoto.

Mientras estuve en Osaka tenía intención de ir. Había elegido el día de mi cumpleaños para hacer turismo con la amiga con la que me hospedaba allí, pero las horas extras de su trabajo se interpusieron entre nosotras y nuestros planes. La pobre tuvo que trabajar cuatro horas más de lo acordado, y en vez de salir a las once y media de la mañana, salió a las tres y media, sin comer, y teníamos dicho a una chica que a las ocho cenábamos con ella (por lo de ser mi cumple, y comer tarta y todo eso). Asíque nos fue imposible ir.

Con mi amigo fuí en coche y por la autopista, y tardamos  cosa así de tres horas, entre algún que otro camino erroneo y vuelta atrás. Pero fue muy divertido. Estuvimos poniendonos al día.

Él ahora estaba trabajando en la recepción de un hotel, y entre semana aprovechaba las tardes, en cuanto salía del trabajo, para hacer voluntariaro con niños sudamericanos que tenían problemas para seguir las clases en japón. No se trataba de que los niños no tuvieran capacidad para estar al nivel de los japoneses, ni tampoco que no comprendieran absolútamente nada el idioma. Más tarde, a la noche, lo acompañé a una de esas clases, con tres chicos peruanos, una chica peruana y un muchacho brasileño. Todos hablaban un japonés muy coloquial y fluido, pero a veces dudaban del significado de una palabra más culta que otros chicos japoneses podrían haber escuchado con frecuencia en sus casas, pero no ellos, con padres que hablaban en español de puertas para adentro.

También, en un momento, mi amigo me pidió que me sentara junto a la niña por si podía ayudarla un poco. Estaba dando matemáticas y tenía casi trece años, pero al parecer se le daban muy mal las matemáticas más sencillas. Yo pensé, “bueno, si son matemáticas de la primaria o secundaria, no habrá problema, ¿no?” (Mi bachillerato fue de letras puras. Latín sí, fórmula de la relatividad para otro día, gracias). Así que me senté con la niña y miré su cuaderno. De entrada lo que tenía era algo como esto:

2y+2x(-4+3y)+9·7n 

Así tal cual, sin signo de igual, ni pistas sobre el valor de la y, la n, o la x, y yo pensando “Ni con trece ni con trenta resuelvo yo una ecuación sin más información que esta”. Cuando mi amigo tuvo que venir a ayudarla a resolver el problema , porque yo era incapaz, me dí cuenta de que no había que descubrir el valor de y, x o n, sólo había que simplificar la ecuación.

Así era normal que sus padres fueran incapaces de ayudar a los niños fuera de clases. Si no entienden los enunciados, por mucha matemáticas que sepas, no comprendes qué es lo que te exige el ejercicio.

También ayudé a mi amigo con un niño que tenía ejercicios de ingles. A ninguno de los tres se nos daba especialmente bien, pero al parecer ellos pensaban que mi pronunciación era muy buena, y que todo lo que fuera a decir sería correcto.Por eso me sentí fatal mientras opinaba, y siempre decía “Creo, pero sólo creo, que se dice así. ¿Eh?”. También me reí de lo lindo cuando uno preguntó cómo se decía inteligente en ingles. Aunque toda la frase la pronunció en japonés, la palabra intelitente la dijo en español.

Un muchacho respondió “head is good”, y mi amigo dijo que seguramente sería más “good face” o algo similar. Ellos estaban traduciendo directamente del japonés al ingles, donde se dice Atama ga ii (Buena cabeza, como nuestros muchachos sesudos y similares) para las personas listas.

Pero bueno, no me voy a quejar. De pequeña yo también traducía directamente del español al ingles.

Otra cosa curiosa fue que la niña le preguntó a mi amigo de dónde era yo. Cuando le respondió que española, dijo:

“¿España? ¿Y eso donde está? ¿Cerca de Rusia?”

“No. Más al oeste. Como Italia, Francia...”

“Ah... De Europa”

“Sí, de Europa”

La niña se quedó un rato pensativa, luego me miró extrañada y regresó a su profesor, molesta.

“¿Pero entonces por qué habla tan bien español?”

Toda la converación se había desarrollado en japonés, pero no era especialmente difícil de comprender, y cuando salió con esa pregunta yo no pude contener la risa. Fue muy maleducado, porque la niña se puso roja como un tomate cuando mi amigo le respondió lentamente que el español era de España. En japonés España se dice Supein (tal y como se escribe) y español se dice “supeingo” igual que Japón es Nihon, y japonés es nihongo. Cualquier idioma se escribe con el nombre del país y un go al final. Así que lo que había dicho la niña había sido un error muy ridículo, pero bastante entendible en alguien de su edad.

Yo con sus años todavía pensaba que la Península era algo así como la octava isla, sólo un poco más grande que Tenerife, y un poco a la derecha de Lanzarote, a tiro de piedra, vamos.

Pero bueno, al caso, estábamos hablando de Kyoto, no de clases de apoyo.

Mi amigo ha estado muchas veces en la ciudad. Al parecer le gusta mucho, y al menos una vez al año hace un viaje allí. Por eso conocía las rutas bastante bien, y me llevó de un templo a otro sin contratiempos. Mi principal interés, por supuesto, eran los templos. Pero también quería ver un poco la ciudad, pues estoy interesada en hacer un año de universidad den Japón, y pensé que me convendría estudiar el lugar donde podría tomar mis clases.

Diré que como lugar turístico es muy bueno, y la gente es muy amable. Pero para estudio del idioma, aunque antes era indudablemente mi primera elección, acaba de ser tachada. La ciudad es como cualquier otra, sin más dificultades, y con ciertas cuestas empinadas, pero para una tinerfeña las cuestas no cuestan. ;-)

Los únicos problemas, además de ser un horno en verano y una heladera en invierno, es que usan muchísimo kanasai ben (dialecto de la zona de Kansai, en donde se encuentra tanto Kyoto como Osaka). Ya no se trata sólo del idioma, sino que la entonación, la cadencia de las palabras y las palabras en sí son distintas.

Como en Canarias, tienen sus regionalismos, y sustituyen algún término por  otro. Por ejemplo, contínuamente la gente nos estaba diciendo “Ookini, Arigatou”. Es mundialmente sabido que arigatou significa gracias, pero Ookini a mi me sonaba a algo así como “muy grande, grandemente”, así que lo interpretaba como “Muchísimas gracias”, cosa que en cualquier otra parte de Japón se diría “Doumo arigatou gozaimasu”. Pues bien, cuando me animé a usar una frase con ookini de por medio, mi amigo se rió de mi, y me explicó que esa era la palabra que en kansai se usaba para gracias, y como era muy distinta a arigatou, lo decían primero en dialecto y luego en japonés corriente para que los foráneos pudieran entenderlo.

Errores de ese tipo, tuve muchos. Fue gracioso para él, pero no para mi. Además, me costaba mucho más comprender a alguien en ese lugar que en Aichi, por ejemplo.

Extranjeros comiendo dango en el templo.
El otro motivo por el que no creo que sea buena idea ir allí a estudiar es que hay muchos extranjeros. No desprecio la compañía de los extranjeros; muy por el contrario la busco, y eso no es bueno para ningún estudio. Allá a donde fuera, había algún inglés mochilero o emparejado (con inglesa o con japonesa) y sonrojándose al sol nipón (cosa de lo que yo tampoco me libré). Aunque mi inglés no es bueno, perféctamente podría comunicarme con ellos, y de no ser porque tenía a mi amigo de guía, segúramente habría intentado preguntarles una dirección ante a ellos que a cualquier otro japonés.

También vimos a una família de españoles en otro templo. Un hombre con su mujer y un bebé en carrito, y ahí sí que estuve a punto de asaltarles y charlar con ellos sobre viajes y japones. Pero me contuve. Me contuve. A duras penas pero lo logré.

Para ir abreviando, resumo mi visita en Kyoto mediante fotos. Por eso que se dice de que una de ellas valen más que mil palabras, y también porque no me queda mucho tiempo.

Como advertencia, dejo dicho que mi cámara es de entre las más malas del mercado, la peor.
Ah, y si pinchas sobre las fotos, se abren en grande. Aunque no es como si se fuera a ver mejor.

Aquí estábamos en un jinrikisha. El hombre nos alcanzó a la salida del aparcamiento y empezó a contarnos una cosa muy interesante sobre las rutas, el noble oficio de los tiradores de carro, y todas esas cosas que se les suele contar a los turistas. Al final mi amigo no se pudo resistir, más que fuera por las explicaciones que nos iba dando de cada calle, adorno y detalles de la ciudad. Además, el hombre tenía un salero encíma... Imposible no dejarse llevar.
Lo único que no me gustó era su constante empeño de referirse a mi como O hime sama. Viene a ser algo así como princesa, y claramente se lo dirá a todas sus clientas femeninas para que se sientan aduladas y salgan de allí con el ego un poquito sonrojado. Nosotros también le decimos a los alemanes gambas que son muy guapos y que nos encanta que vengan a gastar el dinero a nuestras islas. Bueno, lo segundo no lo decimos en voz alta, o al menos no en alemán. Por eso era que no sabía cómo comportarme con el conductor del jinrikisha cada vez que me hablaba, así que terminé fingiendo no entender qué decía, porque la otra opción era fingir vergüenza, y a veces la vergüenza fingida se me da muy mal. De haber puesto la cara de escéptica que me guardaba a cada momento, seguramente lo habría tomado por muy maleducado. Así que la de extranjera ignorante fue la mejor opción, creo.

Antes de entrar en el templo de Kyomizu, pasamos por una calle llena de tiendas de regalos, y bajo el sol abrasador, no pudimos resistirnos a un par de helados. El de él es el vaso verde con una bola de vainilla. Lo verde es maccha frío (té verde japonés). El mío es helado de melocotón.

Yo quería probar maccha con helado de melocotón, pero eso a los japoneses les parece una barbaridad. Con vainilla, en cambio, está bien.

De cualquier forma, el mío también estaba bueno. Y me lo dieron con una galleta de canela que estaba para morirse. Más tarde encontré cajitas de regalo llenas de esas galletitas (como los barquillos que nos ponen a nosotros en los helados), pero no tenía caso comprarlo. 
Puertas del templo de Kyomizu. Estuve viéndolas durante un buen rato, puesto que no se permitía la entrada con comida, y yo como lento, sobre todo si el helado está bueno.
Justo antes de entrar en la zona de culto está esta pila de piedra. Se usa para purificar las manos de los creyentes.
Al salir por la otra puerta, había una fuente donde con el mismo sistema bebías agua y así te purificabas por dentro (No sé si se trataba de una purificación espirituál o del cuerpo completo, puesto que no entendí bien la explicación)

Desde la otra fuente, en la que uno se purificaba bebiendo, se podía ver la base sobre la que se sostenía una parte del templo. Justo la parte en la que la gente se sitúa para tomar su turno antes de sonar la campana y rezar, antes de poner el incienso, o desde donde se mira el paisaje. O sea, la que recibirá un gran peso y mucho uso. Pues lo curioso es que esas maderas no están unidas entre sí por ningún clavo, según me explicaron. Y ahí sigue, estable y duradera.

Este no es ningún sitio turístico. Es una casa de comida que nos había recomendado el conductor de jinrikisha. La fotografié porque justo en el piso de arriba se puede ver un letrero donde pone "Salón de Café" con acento y todo. Desde que estoy en Japón no han sido pocas las tiendas, restaurantes y cafeterías que veo con nombres españoles.
Al final no comimos en este restaurante porque la compañía Michelin (Sí, la francesa con un hombre de ruedas por logo) había reservado el piso de arriba y el restaurante en consecuencia cerró el de abajo.

Esto fue lo que comí al final. Oyakodon. Literalmente significa Plato del padre y el hijo, y se llama así porque tiene huevo y pollo. En la foto no se ve muy agradable, pero es por culpa de la mala calidad de mi cámara. Realmente estaba delicioso, y tenía muy buena pinta cuando lo sirvieron. Mi amigo me explicó que el pollo con el que estaba hecho era especial, con una crianza específica, y por eso no podría hacerse igual en España por muy bueno que fuese el cocinero.

Este es el billete de entrada al templo kinkakuji, también conocido como el Templo Dorado. Alguno lo conocerá por la novela de Mishima Yukio.
Dicen que este billete sirve como amuleto protector del hogar. Si lo cuelgas en tu casa, sirve para prevenir problemas (No sé si se referían a robos, o a incendios, pues antíguamente en un Japón en el que el 99% de las casas eran de madera, los incendios eran catastróficos y uno de los mayores temores de los japoneses, junto a las tormentas, que provocaban incendios; los terremotos, que provocaban incendios, y las inundaciones y tsunamis, los cuales también provocaban incendios a pesar del agua.) Dicen, también, que si tiras ese amuleto fuera del templo, tendrás muy mala suerte. Por eso hay cajas en el interior para colocarlos. De esa forma lo devuelves y ellos pueden venderlas dos veces. Ganan ellos que ahorran estar haciendo más, ganas tú que no se te incendia la casa por venganza, y gana el bosque porque no es necesario más papel.

Este es el pabellón dorado. Fue construído por un shogun (líder militar de japón, que gobernaba en nombre del emperador) como muestra de su poder. En un princípio no se trataba de un templo budista, sino de una residencia de descanso. Más tarde fue entregado a una secta budista y ahora se usa para guardar budas. No se permite la entrada en su interior.Pero sólo verlo ya impresiona, y los jardines de los alrededor son preciosos.

Y esta es la última foto. Dentro del templo imamiyajinsha está esta piedra. La gente la sostiene en sus manos un rato, sopesándola y recordando cómo se siente. Luego pide un deseo y vuelve a sopesarla. Si pesa más, significa que es imposible que se cumpla tu deseo; si pesa menos, se cumplirá. Mi amigo dice que aprobará el DELE (Diploma de Español como Lengua Extranjera, o Diploma para Extranjeros de Lengua Española. No recuerdo bien). Yo en cambio no estoy segura de que se cumpla lo que pedí: Pesaba exactamente lo mismo la primera que la segunda vez, creo.
Y eso fue todo. Luego otras tres horas de regreso a Aichi, clases con los niños y cena en el coche con comida comprada en un dispensador para automóviles de comida rápida (Moo Burger, se llamaba la cadena). Mi amigo me recomendó una bebida llamada Koohii Sheiku (Coffee Shake) pero no sabía a batido de café sólo. Era como un helado de vainilla con crema de moca, no muy congelado.  De todas formas estaba bueno.

Y eso ha sido todo por hoy.








2 comentarios:

yo dijo...

"Yo en cambio no estoy segura de que se cumpla lo que pedí: Pesaba exactamente lo mismo la primera que la segunda vez, creo."

Creo que en eso no te equivocas pero estoy segura de que se cumpliran todos tus deseos. La piedra que llevo dentro de mí pesa menos después de leer sobre tus aventuras

Anónimo dijo...

Bueno. Por ahora se están cumpliendo mis deseos, uno a uno y de una forma magnífica. Así que quizás la piedra me estaba diciendo que dejara ya de pedir y me dedicara a disfrutar.

Me alegra que ahora estés más tranquila.
Besos.

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