sábado, 30 de julio de 2011

La dulce voz de los japoneses - 日本人の優しい声



Hace ya unas semanas, el día de mi cumpleaños, me pasó algo muy curioso y sobre lo que llevo ya tiempo pensando.
Como he contado antes, había quedado por la mañana con Siete Osakiense, quien trabajaba hasta las once y media, pero a pesar de que para evitar imprevistos nos habíamos citado en la estación a las doce, no llegó hasta las tres y media, casi las cuatro.
No fue que ella llegara tarde, sino que tuvo que hacer horas extras en el trabajo, y ella sólo podía llamarme cada media hora para pedirme perdón y decirme que en media hora más seguramente saldría. Pero no salía.

Aquel día hacía muchísimo calor en Osaka. Yo sólo llevaba cuatro días en Japón, y aún no sabía lo cruel que podía ser el Sol en este país, así que me paseaba por la plaza Coco, bajo unos árboles que apenas arrojaban sombra y mirando con aprensión las escaleras de la salida Este de la estación. Sospechaba que si me atrevía a sentarme por ahí me encontraría a un empleado muy amable que me diría que no podía hacer esas cosas.

Teniendo en cuenta de que por tener miedo de llegar tarde llevaba en ese lugar realmente desde las diez y media de la mañana, eran muchas las horas que pasé en ese lugar. En esos momentos a una se le ocurre que todo el mundo que pasa por ahí está viéndola y preguntándose qué está haciendo. Siendo yo, me sentía ridícula ahí sentada, sudando, bebiendo té, buscando algo de comida inútilmente, rascando la cartera (Tenía el dinero justo para el tren. El resto, tarjeta), y estudiando un poco de japonés con el Ipod. Matando el rato muy malamente.

A la tercera hora de estar en la plaza Coco, ya me empezaba a sentir mareada, y no sabía si era por el hambre (había desayunado a las seis y media), por el calor, o el aburrimiento. No sé a ustedes, pero a mí por algún motivo la inactividad me da dolor de cabeza. Pero no es un dolor como la migraña, nada parecido a ese martilleo sobre los ojos cuando te deslumbra el Sol, sino que mi mente se siente aturdida, como si hubiera lluvia gris zumbando dentro de ella. Y, dejen que diga, es una lluvia pesada, dura e insistente. Una lluvia aburrida.

Así que a la tercera hora, cuando un chico se acercó a hablar conmigo, lo agradecí enormemente. Muy feliz me giré hacia él, para saber qué quería. Se había dirigido a mí en ingles, con un Hello muy bien pronunciado, y pensé que me iba a preguntar si algo que había por ahí cerca era mío o algo similar, pero en vez de eso, aún en inglés, me dijo que me había visto el día anterior en el Youth Hostel donde trabajaba mi amiga.

Al parecer él también estaba ahí hospedado, pero no lo entendí muy bien. Yo era incapaz de responder en ingles, y cuando lo intentaba, terminaba mezclando palabras japonesas con inglesas, y usando una estructura española. Así que era imposible que me entendiera. Después de un rato de confusiones, se disculpó por molestarme, y se marchó.

Creo que lo que quería decirme era que él también se hospedaba en el Youth Hostel, y que si estaba perdida podía indicamre cómo regresar a él. Pero tampoco es que lo hubiera entendido todo.

Cuando se fue, lo lamenté de verdad, y regresé a mi cuadernillo, mi diccionario electrónico, mi abanico y mis suspiros al Sol. Porque sí, si de habitual ya me dicen que se me escapa el alma a suspiros, no digo cuando estoy aburrida. Ya no respiro, exhalo largamente y vuelvo a exhalar.

Cosa así de media hora más tarde, otro chico se sentó bajo la sombra de un árbol cercano y al cabo de unos minutos me llamó, de nuevo en inglés. Esta vez entendí claramente que me preguntaba si tenía algún problema. Le respondí por entero en japonés, y a partir de ahí pudimos conversar más o menos bien. Con las dificultades típicas de mis limitaciones, pero al menos nos entendíamos.

Cuando le dije que estaba esperando a un amigo (en japonés no hay masculino ni femenino), admitió que había pasado por la estación hacía tres horas, y que me había visto ahí en ese momento, y ahora que estaba en su descanso del trabajo, me había vuelto a ver, y se había sorprendido. Así que, bueno, era evidente que mi amigo estaba retrasándose demasiado, ya estuviera en su trabajo o no, así que él me haría compañía hasta que mi amigo regresara.

Sinceramente, en un principio desconfiaba muchísimo de un chico desconocido que se acerca a hablar conmigo y, muy amablemente, decide acompañarme un rato. Además, había algo que no me gustaba de él. Me sentía incómoda con su forma de hablarme. Sonreía mucho, me miraba poco y de refilón, y para colmo su voz era muy dulce. Pero cuando digo dulce, me refiero a suave, lenta, como si intentara encandilar a alguien. Demasiado melosa. Demasiado repelente.

En Bocchan, un libro de Natsume Soseki, hay un personaje que inmediatamente desagrada al lector. Se trata del jefe de estudios, atractivo y siempre luciendo una camisa roja, pero en lo que más se fija el protagonista es en su voz. En todas sus descripciones incide en esa voz suave y casi femenina, dulce, se supone, pero el sentimiento verdadero que le causa al lector es el de desagrado. 

Al principio del libro, nada más conocer al personaje, se me ocurrió que sería homosexual y esa era su forma de delatarlo. Pero no. Era heterosexual. Muy heterosexual. Como que era un mujeriego, vamos. Así que yo estuve toda la lectura preguntándome cómo podía Natsume relacionar un hombre de voz delicada con un don Juan, cuando los don Juanes tienen que ser de voz potente, algo profunda, fuerte, decidida, bueno, vamos, masculina ¿No?

Con este chico me pasó lo mismo. Al principio me dije, "¡Qué suerte! Un chico que me intenta ayudar y es gay, así que no hay segundas intenciones". Pero después, según se desarrollaba la conversación, se notó que de gay, nada.

Cada vez que lo miraba a la cara, o escuchaba atentamente una frase larga suya (especialmente difícil de comprender para mí), estaba prestando atención al mismo tiempo que divagaba sobre si esa era su forma de hablar natural, o si lo hacía adrede para sonar agradable; si en Japón los chicos así serían agradables; si no sería que estaba escuchando la voz de una persona peligrosa; si si se lo mencionaba se ofendería...

Al final, como dijo, me acompañó hasta que Siete Osakense llamó para decir que ya estaba llegando, pero no sin antes invitarme a una bebida y un polo, felicitarme por mi cumpleaños, darme su mail, pedirme que le escribiera y marcharse con una sonrisa alegre en la cara.

Después de ese encuentro, he prestado mucha atención a los chicos y sus tonos, porque más que la voz en sí, es el tono y la lentitud con la que hablan en según qué casos. A veces los escucho gritarse los unos a los otros, marcar muy fuerte las erres, sonar vulgares o agresivos, hablar más alto de lo que se dice que hablamos los españoles, hacer mucho escándalo, y, en definitiva, ser naturales. Pero otras veces los veo susurrando a dos metros de una chica, bajando la cabeza, siendo suaves y gentiles, pronunciando erres desmayadas, alargando las sílabas finales, y convirtiendo la conversación en un pausado intercambio de frases dulcemente pronunciadas. 

Claro, no siempre. Otras veces son extrovertidos y muy animados, pero los de voz femenina no es que hayan, es que abundan, siempre dependiendo del lugar, la hora y la compañía.

Al preguntarle a amigas sobre esto, muchas se han reído y algunas, las que han estado en España, se han atrevido a confesarme que a ellas les desagrada la rudeza con la que les hablan los españoles. Nuestros chicos, dicen, son violentos e imprimen mucha fuerza a las palabras. En vez de proponer ir a tomar un dulce en una bonita cafetería, parece que están exigiendo ir a un lugar a llenarse la barriga. No importa lo que diga, me explicaron, si su actitud es ansiosa. El ímpetu con el que hablan hace vulgar hasta la frase más romántica, y la magia del momento se difumina o, simplemente, no aparece.

Entiendo perfectamente su postura. No creo que los españoles usemos el mismo tono en todas las situaciones. Aunque solemos ser más extrovertidos y menos suaves, los hay que son muy caballerosos (en mi opinión, melosos). Pero entiendo que ellas se han encontrado con "asaltantes de discoteca" que gritan mucho, presumen más, y hacen poco. 

Sin embargo ellas no parecen entender mi postura. Me han confesado que un chico que use determinadas palabras les parece kimochi warui (Expresión que significa desde "no gustar" hasta "dar asco"), pero el tono suave nunca está de más. Eso sí, si pasa de ser suave y delicado, femeninamente atento, a ser agudo, infantil y un poco mono, ya sí que es kimochi warui.

Teniendo en cuenta que las palabras que están vedadas a los chicos son esas monas que usan las mujeres para parecer más monas, deduzco que lo que les parece kimochi warui son los homosexuales (vamos, es una deducción mía. A mi nadie me ha dicho nada directamente). Para mí es imposible distinguir un japonés atento de un japonés gay, pero para ellas la diferencia decide entre condenarlo al ostracismo o salir con ellos.

Antes de terminar, no me voy a ir tranquila sin aclarar que no todo el mundo en Japón piensa que los homosexuales son Kimochi warui. Cuando aparecen en la televisión, o nos hemos topado con una evidencia bien vestida en un centro comercial, no he visto ni miradas raras, ni gestos de asco, ni una sola frase mal sonante. Pero bueno, hay gente y gente.

Están esas chicas que en el restaurante decían "los chicos de voz suave no son maricones", con esa palabra, en español, o el padre que ordenó callar y cambiar de conversación a mi amiga cuando esta señaló que un famoso que estaba saliendo en la televisión era gay.

Y también están las otras personas que en algún momento han pasado sobre el tema con naturalidad y desinterés.

Bueno, me despido ya, que hace rato que pasó la hora de comer.
En la próxima actualización, no sé si hablar de mi excursión fallida a la oficina de correos, mi día en Harayuku, o mi viaje a Nara, que ya va siendo hora. Lo pensaré.

¡Nos leemos!

3 comentarios:

LaWi dijo...

Oh, pues yo no esperaba que me trajeras nada ^////^ Si quieres fotografiarlo y publicarlo hazlo, yo lo esperaré con las mismas ganas. Además, no quisiera interrumpir tus historias diciéndote que no publiques una foto :P

Lo de esperar tantas horas... Uf, qué paciencia, y que miedillo lo del chico ése que se paró a hablarte.

Por cierto, fuimos Carlos y yo al Sakura el otro día y en vez de pensar "Haha, vamos a mandarle un sms a Irene para darle envidia" fue más bien un "Irene en Japón y nosotros aquí..." Al lado de tus japoaventuras, el Sakura se queda pequeño!

LaWi dijo...

Por cierto, mejor aún que fotos de Carlos haciendo el chorra, ¿no has visto los vídeos que se sacaron para promocionar el Salón del Manga?

http://youtu.be/-1yJRug3K90

Y en éste sale menos, pero no más serio:

http://youtu.be/Wxs-nkQ6Ud8

Tomomi dijo...

Dios mío. Cómo de locos están por ahí. Pero la verdad es que se lo trabajan bien ¿Eh? Me están dando una envidia... Yo también quiero hacer el tonto de esa forma.

Y tú también sales en el segundo vídeo, haciendo para-para entre otras cosas. Me recordó a cuando Mari fue al PIT y te vio animando el escenario. Se divirtió mucho.

Tampoco es que no publicar unas fotos fuera a destrozarme una actualización, pero sí que podría hacerla aburrida: Muchas palabras y pocas ilustraciones de mis vivencias. :(

Además, las compras adornan muy bien mi blog.:P

Realmente el chico no dio miedito. O sea, sí, pero más bien fue desconfianza al principio, y luego sólo algo de duda por su tono. En sí el chico fue muy amable, y agradezco muchísimo que me haya amenizado esa espera.

En su actitud, las cosas que dijo o hizo no fueron incómodas. ¡Y me compró un polo! Que con ese calor sólo por eso ya se merecía el cielo.

Así que fueron al Sakura sin mí ¿Eh? Debería darles vergüenza. Quizás la experiencia no sea gran cosa comparándola con un viaje a otro país, pero sólo por la compañía ya vale su tiempo en oro. Yo querría estar ahí.

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